Apuntes de Educación Física a Distancia
Por Arturo Tendero, del Instituto Bachiller Sabuco de Albacete
¿Educación Física a Distancia? ¿Y eso cómo se come? -Me preguntan con sorna mis amigos cuando les cuento que la educación a distancia es uno de los turnos en los que imparto la asignatura.
No les falta razón, desde luego. Si en ninguna asignatura es fácil conseguir a distancia que el alumno practique los fundamentos de forma coherente y controlada, en la Educación Física (que es una disciplina eminentemente práctica, como intuye cualquiera que se ponga) la tarea se complica aún más. Sobre todo porque las herramientas con las que trabajamos son el cuerpo y el movimiento.
En busca de un método que facilite las cosas, he trabajado con tres perspectivas que vistas por separado no resultan novedosas:
1.- Desde luego, el trabajo ha de ser autónomo, es decir que el alumno ha de poder realizarlo por cuenta propia, sin aparatos difíciles de conseguir y dejando a un lado los ejercicios complejos que requieran casi obligatoriamente correcciones del profesor para evitar daños.
Por otra parte, y dado que la mayoría de los que se abstienen de practicar ejercicio arguyen como causa la falta de tiempo, hemos de ir a un mínimo imprescindible, por lo menos al principio, hasta que sea el propio alumno el que se habitúe y decida si quiere ampliar o mantener el volumen de trabajo.
2.- Por esa misma dificultad, hemos de ceñirnos a los objetivos básicos, sin meternos en muchas enramadas. Los límites de acción nos los dicta la relación directa que existe entre ejercicio y salud. Hemos buscado campos que están intrincados en nuestra vida cotidiana:
2.1.- Vivimos en un continuo estrés y desde la escuela no se nos ofrece ningún arma para defendernos de una sociedad agresiva, cuyo grado de agresividad va creciendo conforme pasamos de curso, pero a más ritmo del que podemos controlar. Si hay alguna asignatura que pueda introducir algunas pautas beneficiosas en esta lucha es la educación física. De ahí que empecemos precisamente por la Relajación.
2.2.- Como veremos, la relajación está íntimamente vinculada a la respiración. Y ésta, a su vez, está ligada a la elasticidad muscular, es decir a la flexibilidad. Como quiera que la amplitud de movimientos es imprescindible para valerse en cualquier actividad humana, hemos decidido que La flexibilidad figure entre los contenidos que debe practicar el alumno.
2.3.- El estiramiento se ha terminado imponiendo como una parte del calentamiento, aunque de forma errónea se ha venido haciendo después del trote. En vista de la necesidad de fijar el calentamiento genérico como ritual previo a cualquier tipo de trabajo físico, lo incluimos también.
2.4.- Finalmente, entre las cualidades físicas básicas, de las que ya habíamos tomado la flexibilidad, elegimos ahora la resistencia aeróbica, como parte imprescindible para la salud cardiovascular y psicológica del practicante.
3.- Necesitábamos en fin, que nuestra propuesta fuera motivadora para el alumno y resultase fácilmente medible en una sola sesión, ya que así es como se programan los exámenes en bachillerato a distancia.
Para cubrir el primero de estos dos requisitos, hemos optado por pedir al alumno que lleve una hoja de seguimiento de su trabajo en casa. El alumno habrá de traer a clase la hoja (una especie de planning) donde ha señalado los días que ha practicado flexibilidad o resistencia (junto con el número de estiramientos o el tiempo que ha practicado, respectivamente).
El profesor examinará la hoja de seguimiento y cotejará el volumen de trabajo con los resultados de los test de flexión profunda de tronco (flexibilidad) y de Cooper (resistencia).
Cuando sea posible, se compararán los resultados sucesivos de estos test para aplicar un doble baremo: el del valor de la marca y el de mejora (dándosele toda la importancia al primero en los casos de alumnos muy habituados al ejercicio y toda al segundo en el caso de los alumnos que parten de marcas muy deficientes).
A todo ello se suma una última prueba, de tipo teórico, que se comprime en veinte preguntas de tipo test, con el fin de detectar si el alumno ha asimilado las ideas que rigen el trabajo físico.
1.-
La calma está dentro de nosotros.
A menudo la
gente se pregunta qué hacer para superar los estados de tensión y de estrés.
Y a veces emprende actividades con el objetivo de encontrar la tranquilidad que
nos hurta la ajetreada vida que llevamos. El control sobre nuestra respiración
es una de las claves.
Parece que la
respiración es algo tan elemental que no es preciso saber nada más sobre ella.
Nacemos respirando y morimos respirando, pero casi nunca somos dueños del
proceso. Conocerlo y aprender a controlarlo puede ayudarnos mucho en las
situaciones complicadas.
2.-
Qué es la respiración.
Sabemos que
nuestro cuerpo necesita oxígeno para funcionar. De hecho, sin oxígeno no viviríamos
más de 15 minutos. Es más, las células de nuestro cerebro apenas resistirían
3 minutos sin sufrir daños irreparables. De ahí por ejemplo el riesgo de
tragarse la lengua o el de atragantarse, de los que habrás oído hablar en los
medios de comunicación.
Las fases de la
respiración son conocidas: a la toma de aire se le llama inspiración, y
a la expulsión del mismo se la conoce como espiración (con ese,
ya que con equis significaría muerte).
Cuando
inspiramos, lo hacemos en dos fases. Primero llenamos la zona
baja de los pulmones, inflamos el vientre en lo que se llama respiración
abdominal o diafragmática. En una segunda fase, llenamos la zona del
pecho; es la respiración torácica.
Cuando
expulsamos el aire, sucede al revés: primero vaciamos el tórax y después el
abdomen.
Para acordarte
puedes recordar cómo se llena de gente y se vacía una habitación. Los que van
entrando tienen que ir al fondo de la estancia, para que no formen un tapón en
la puerta, impidiendo a los que llegan que sigan entrando. Y al salir, habrán
de hacerlo por orden, primero los que están junto a la puerta, para evitar
formar una aglomeración que impida la salida del resto.
Pero este orden
respiratorio es el ideal, el que deberíamos tener siempre, cuando estamos
sanos. En realidad, la respiración está tan unida a nuestra vida y a nuestros
estados de ánimo, que cambia continuamente y a veces sufre cambios que nos
hacen sentirnos mal.
3.-
Desequilibrio respiratorio.
Por ejemplo,
cuando nos estresamos, cuando sentimos angustia o miedo, tendemos a contener el
aire, a retrasar la espiración. Si pasamos mucho tiempo estresados o
angustiados, terminamos por expulsar menos aire del que tomamos.
Esto sucede
porque no hay unos músculos específicos que nos ayuden a espirar. Espiramos
cuando se relajan los músculos inspiradores. Si estamos en tensión, también
lo están nuestros músculos inspiradores; y al estar tensos, se relajan menos y
expulsamos menos aire.
Sucede entonces
que nuestra respiración diafragmática se reduce mucho, o incluso desaparece. Y
queda sólo la torácica. En ese caso decimos que existe un bloqueo
respiratorio.
Nos pasa en
situaciones de angustia y de tensión, pero también les ocurre a los fumadores,
que ponen más cuidado en inspirar el humo que en expulsarlo. E incluso los
deportistas tienen este problema, porque cuando se someten a esfuerzos intensos,
tienen tanta necesidad de reponer el oxígeno que sus músculos reclaman, que
incluso abren la boca. Si no recuperan al final del trabajo el desequilibrio
respiratorio, su respiración diafragmática también se termina viendo
afectada.
4.-
Consecuencias del desequilibrio respiratorio.
Aparte
del estrés o la angustia psicológicos, sentimos una opresión física, muy
parecida a la de llevar puesto un corsé. En realidad, nuestros músculos
inspiradores impiden que el diafragma baje, dando cabida a los pulmones en la
zona abdominal. Esta opresión física no ayuda desde luego a superar la psicológica,
sino que más bien la acentúa.
Otra consecuencia es que en nuestros pulmones hay una mayor cantidad de
la normal de aire ya utilizado, es decir que el aire está más enrarecido, es más
pobre en oxígeno, lo que nos hace sentir algo más aturdidos que en condiciones
normales.
5.-
Alargar la espiración.
Está
claro que el modo de desbloquear la respiración es alargar la segunda parte del
proceso respiratorio, es decir la espiración. Pero, claro, esto puede resultar
más fácil de decir que de hacer, si no conocemos algunas técnicas que nos
ayuden.
En realidad es
muy sencillo. Basta con tumbarse boca arriba, con las rodillas flexionadas, en
un lugar tranquilo donde no haga frío. Que la espalda esté recta y los brazos
extendidos a lo largo del cuerpo. En esta postura, y con los ojos cerrados, nos
quedamos observando nuestra propia respiración como si no fuera nuestra, como
si escucháramos las olas del mar que llegan a la orilla. Así durante unos
minutos. Al cabo de un rato, comprobaremos que simplemente con eso estamos más
tranquilos.
Puede ser, sin
embargo, que nos cueste concentrarnos en la respiración. Podemos entonces
recurrir a imágenes. Pensar que estamos en la playa tumbados, escuchando de
verdad el mar. Que somos muñecos de trapo, rellenos de arena, y que cada vez
que espiramos se nos escapa parte de la arena por un pequeño agujero que
tenemos en la espalda. Ello hace que cada vez sintamos nuestra espalda más
acoplada al suelo.
6.-
Lo último que abrimos son los ojos.
Por
muy corta que haya sido la relajación, del tipo que sea, siempre conviene
volver poco a poco a la actividad. Una buena manera es empezar utilizando todos
los sentidos que no son el de la vista: ponernos a distinguir los sonidos y los
olores, incluso el tacto de nuestro propio cuerpo.
Desde luego empezamos a mover primero los dedos de las manos y de los
pies. Nos estiramos, bostezamos, y por último, al final de todo, abrimos los
ojos. Es importante seguir siempre este orden.
7.-
El entrenamiento autógeno de Schultz.
En
la primera mitad del siglo XX, un médico alemán apellidado Schultz desarrolló
un sistema de relajación muy interesante. Se llama sistema autógeno.
Hay que buscar una postura cómoda. Puede ser tumbado o sentado, pero es
importante que la espalda esté recta y relajada.
Cerramos los ojos para poder concentrarnos mejor y empezamos a repetirnos
mentalmente una frase, cada vez que espiramos. Schultz proponía que nos dijéramos:
Estoy completamente tranquilo.
Hay que repetirla al menos seis veces. Después cambiamos la frase y nos
repetimos que nuestras manos pesan.
Nuevamente lo repetimos unas seis veces y cambiamos la frase. Ahora son
los pies los que pesan.
Por fin, todo
mi cuerpo pesa.
Después cambiamos la sensación de peso, por la de calor: siento
calor en las manos.
Tras unas seis repeticiones, siento
calor en los pies.
Por
fin, nos decimos: siento calor en todo el cuerpo. Y también la repetimos
seis veces.
8.-
Cuándo relajarnos.
Schultz
proponía que realizáramos su entrenamiento dos veces al día. Sin duda, aunque
sólo dura unos minutos, son pocas las personas que pueden permitírselo con el
ritmo de vida que llevamos. Sin embargo, lo que sí está claro es que se trata
de un entrenamiento y de que será tanto más efectivo en situaciones de estrés
y de angustia cuanto más lo hayamos entrenado.
En realidad notaremos su efecto en nuestra manera de ver el mundo, no sólo
en los momentos de crisis, con sólo hacerlo una vez al día. Pero claro, con
menos de eso, los efectos beneficiosos se reducen mucho.
1.-
Qué es la flexibilidad.
La
flexibilidad es una de las cualidades físicas básicas que componen lo que
llamamos forma física. Las otras son la resistencia, la fuerza y la
velocidad.
Podríamos definir la flexibilidad como la capacidad para realizar
movimientos amplios. Y en este sentido es la cualidad de las citadas que más
se relaciona con nuestra salud, porque sin una amplitud mínima de movimientos
nos vemos muy limitados incluso para realizar tareas cotidianas. De hecho, la
pérdida de la flexibilidad es uno de los mayores problemas de los ancianos
para valerse por sí mismos.
La
flexibilidad depende por un lado de la movilidad que permiten las
articulaciones (movilidad articular) y por otro de la capacidad de los
músculos para estirarse (elasticidad muscular).
Cada articulación tiene limitados sus movimientos por su forma y
situación en el cuerpo. Por lo que la movilidad articular prácticamente no
se puede mejorar y en cambio es susceptible de empeorar por lesiones y
enfermedades.
En cuanto a los músculos, suelen trabajar en parejas: cuando uno se
contrae (agonista), el contrario se estira (antagonista). Muchas
veces la amplitud del movimiento queda limitada porque el músculo antagonista
no se puede estirar más. Eso quiere decir que mejorando la elasticidad de los
músculos podemos conseguir que nuestros movimientos sean más amplios (mejora
de la flexibilidad).
2.-
Factores que intervienen en nuestra flexibilidad.
El
que seamos (o estemos en un momento dado) más o menos flexibles depende de
una serie de factores que pasamos a enumerar:
1-
La edad: nacemos con una determinada flexibilidad y a lo largo
de la vida la vamos perdiendo, si no la trabajamos. La mayor pérdida se
produce a partir de los diez años y durante la adolescencia, aunque el
deterioro se incrementa también en la época de la madurez por la disminución
progresiva de agua en los músculos, que pierden así elasticidad.
2-
El sexo: los altibajos hormonales de las mujeres producen
cambios en su flexibilidad, especialmente en situaciones muy concretas, como
los embarazos. Se dice que las mujeres en general son más flexibles, aunque
en los test realizados hasta la fecha no constatamos esta afirmación.
3-
La temperatura: los músculos son más elásticos cuando están
calientes y pierden elasticidad cuando están fríos. Este factor está
determinado por el clima, el verano y el invierno. Pero también se puede
modificar con un calentamiento adecuado antes del ejercicio.
4-
La personalidad: por lo general, las personas tranquilas son más
flexibles que las nerviosas.
5-
El estado de ánimo: nuestro cuerpo suele defenderse ante las
situaciones de estrés, de cansancio e incluso de tristeza, contrayendo los músculos.
Así, somos menos flexibles en las épocas de exámenes o después de un
entrenamiento muy intenso.
6-
La hora del día: somos menos flexibles por la mañana, recién
levantados, y cuando cae la tarde, que en los momentos centrales del día.
3.-
¿Se puede mejorar la flexibilidad?
Los expertos
prefieren decir que podemos recuperar parte de la flexibilidad perdida y
evitar seguir perdiéndola. Pero, para entendernos, el efecto es el mismo que
si ganáramos.
Como ya hemos dicho, no podemos modificar la movilidad de las
articulaciones. Aunque sí que podemos mejorar su lubricación. Cuando estamos
un rato grande parados, el líquido sinovial, que hace la misma función que
el aceite en los engranajes de las máquinas, tiende a quedar estancado.
Luego, a medida que nos movemos, se reparte otra vez por toda la articulación
ayudando a que ésta funcione mejor. Por eso, entre otras cosas, es tan
importante el calentamiento.
Lo que sí podemos hacer sin lugar a dudas es mejorar la elasticidad de
nuestros músculos, procediendo a estirarlos. Ahora veremos cómo.
4.-
Estiramientos.
Hasta hace menos tiempo del que parece, la manera más habitual de
trabajar la flexibilidad consistía en buscar una posición cerca del límite
del movimiento de una determinada articulación y desde ahí llevarla al límite
por medio de rebotes. Esto dolía, porque el músculo y los tendones
avisan de que están a punto de romperse. Pero además del dolor, el músculo
se protege contrayéndose, poniéndose duro. Y la contracción es todo lo
contrario del estiramiento. Con lo cual, estábamos haciendo lo contrario de
lo que pretendíamos.
La revolución llegó en los años 70. Un estadounidense llamado Bob
Anderson desarrolló un sistema de estiramientos que se hacían en posición
estática, sin rebotes. El sistema se inspiraba en el yoga. Desde entonces lo
han perfeccionado infinidad de entrenadores y médicos de todo el mundo.
Algunos prefieren llamarlo con la palabra inglesa stretching, pero las
premisas siguen siendo muy parecidas.
Existen muchos ejercicios para cada grupo muscular, y en todos ellos se
trabaja de la misma manera:
1-
Se coloca uno en la posición inicial, buscando sentir que el músculo
o el grupo muscular que va a trabajar esté estirado. Lo sabemos porque
notamos una tensión en la zona, que no debe llegar al dolor, porque tenemos
que aguantarla entre 30 y 40 segundos.
2-
Se mantiene la posición ese tiempo y, si entre tanto notamos que la
tensión desaparece, forzamos la posición un poquito para volver a
encontrarla.
Es
importante tener en cuenta varias cosas:
a)
Que durante el estiramiento el resto del cuerpo tiene que estar en una
posición natural y relajada. No debemos forzar la espalda, ni los hombros,
que suelen ser las partes que más tensamos sin motivo.
b)
Que la respiración ha de estar desbloqueada. Es decir, debemos notar
que inspiramos y sobre todo que espiramos con facilidad. Que cuando tomamos
aire, participa en la toma nuestra zona abdominal. Y que cuando lo expulsamos
sale con fluidez y sin obstáculos; incluso es aconsejable expulsarlo por la
boca.
c)
Lo de la respiración es muy importante porque es el mejor síntoma de
que estamos relajados. Ya hemos dicho que somos más elásticos cuando más
relajados estamos.
5.-
Cuándo y cómo estirar.
En
la última década se ha descubierto que es mejor estirar los músculos cuando
están fríos. Hasta ahora se había hecho siempre al revés: primero se
trotaba un poco para calentarlos y luego se estiraba. Pero se ha demostrado
que el hacerlo cuando están fríos hace que sea más grande la mejora y el
efecto más duradero.
Por lo tanto, aunque nos cueste más trabajo, es preferible calentar en
las horas del día en que somos menos flexibles: por la mañana temprano y por
la noche. Y desde luego es preferible empezar cualquier calentamiento
estirando los músculos.
También es
bueno estirar después de haber hecho un esfuerzo físico intenso, pero
resulta mejor esperarse a que los músculos se hayan enfriado. Por ejemplo se
puede hacer después de la ducha.
¿Cómo medimos
los treinta segundos en que tenemos que mantenernos estirando?
Podemos contar,
aunque yo prefiero acercar los estiramientos otra vez a su origen yóguico.
Prefiero que
los realicemos con los ojos cerrados y concentrándonos (aparte de en que el
grupo muscular que trabajamos esté estirado) en que nuestra respiración
fluya. Es decir, que nos concentremos en que la espiración sea larga y
fluida. Así, en vez de contar el ejercicio por tiempo, podemos contarlo por
espiraciones. Por ejemplo, cinco espiraciones largas y fluidas.
Si más
adelante adquirimos soltura, podemos repetirnos alguna frase relajante
mientras espiramos (ver, en el tema Relajación, el entrenamiento autógeno
de Schultz).
Eso sí, conviene estirar todos los días. Nosotros hemos preparado un
paquete de diez ejercicios, que se tardan en hacer diez minutos, más o menos,
con el fin de que puedas memorizarlos y realizarlos sin dificultad. Intentamos
que abarquen los principales grupos musculares, con el fin de que sirvan tanto
para mantener la flexibilidad como para iniciar un calentamiento. Si quieres,
les podemos llamar los top ten.
La mejor manera de aprendérselos es seguir siempre el mismo orden. Están
puestos de tal modo que vamos estirando las distintas partes del cuerpo de
abajo a arriba.
No olvides que el trabajo ha de ser siempre simétrico. O sea, que si
hacemos un determinado ejercicio con el brazo derecho, hay que hacerlo también
con el izquierdo. Y con las piernas hay que operar del mismo modo.
6.-
Los Top ten:
Las zonas
punteadas indican el grupo muscular donde normalmente se siente la tensión,
aunque puede haber variaciones.
En cuanto a las flechas, indican la dirección en que hay que presionar
para conseguir la tensión.
7.-
Registro personal de sesiones de estiramiento:
Te
voy a pasar una hoja, con el fin de que tú mismo/a planifiques tus sesiones de
entrenamiento y dejes constancia de las que vas realizando. En la hoja vas a
anotar los días que has estirado correctamente a lo largo de la evaluación.
Como hay poco
espacio, puedes limitarte a poner "est-10" el día que hayas
hecho los diez estiramientos, "est-7" cuando sólo hayas podido
hacer siete, y así sucesivamente, según el número de estiramientos que hagas.
Debes añadir "m" (si los has hecho por la mañana), "t"
(si por la tarde), o "n" (si ha sido por la noche, antes de
acostarte).
Harás estas
anotaciones en la casilla correspondiente al día en que hayas realizado los
ejercicios. Por ejemplo:
Lunes |
Martes |
Miércoles |
Jueves |
Viernes |
Sábado |
Domingo |
20ene est-10,m |
21ene |
22ene est-8,m |
23ene |
24ene est-10,m |
25ene |
26ene est-10,n |
Para que pueda tener en cuenta tu trabajo de cara a la nota de la
evaluación, habrás de enseñarme la hoja el mismo día que hagamos el examen
teórico.
8.-
Valoración de resultados.
Como
es lógico, al final de la evaluación o principio de la siguiente,
comprobaremos el efecto que han tenido en tu flexibilidad los ejercicios que has
realizado. Utilizaremos para ello el test llamado Flexión Profunda de Cuerpo.
Para ello necesitamos un flexómetro, que es una plataforma muy sencilla,
que mide 0,76 x 0,88 metros y que tiene pegada una regla. Hay que ponerse sin
zapatillas de forma que los talones coincidan con el cero de la escala. A partir
de ahí, hay que hacer una flexión profunda del cuerpo, acompañada de una
flexión de rodillas, de manera que las manos pasen entre las piernas y lleguen
tan atrás como puedan en la regla. Hay que mantener la posición hasta que
leamos la distancia alcanzada en centímetros.
Los dos pies tienen que permanecer apoyados durante la ejecución y no
vale la toma si pierdes el equilibrio.
Si hemos podido hacer antes una toma de este mismo test, para que nos
sirva de referencia, aplicaremos dos baremos:
1)
La diferencia que haya entre las dos tomas. Por cada centímetro que
hayamos ganado, añadiremos un punto, a partir de cinco. (Cinco centímetros
ganados es un diez; pero más de siete centímetros ganados invalidan este
baremo).
2)
El valor de la marca. A los centímetros obtenidos (Co) les aplicamos la
siguiente operación:
Co
x 2 /10 + 1 = nota del test
De los dos baremos tomaremos siempre el que nos dé la nota más alta, desechando el otro.
1.-
Qué es el calentamiento.
Cuando
hablamos de calentamiento parece que nos referimos siempre a lo que hacemos
antes de cualquier actividad deportiva. Pero todo el mundo, antes de hacer algo
que le importa en la vida, se prepara de algún modo, sigue un ritual. Por
ejemplo tú mismo/a, antes de un examen seguro que procuras hacer siempre las
mismas cosas, las que has comprobado o las que crees que te ayudan a sacar mejor
nota.
Y si miras a tu alrededor, verás como tus compañeros también hacen lo
mismo, tienen sus propias manías (que es como le llamamos al calentamiento
cuando no le llamamos calentamiento): unos se apartan a un rincón para estar
solos y no hablar del examen, otros prefieren echar un último vistazo a los
apuntes, otros charlan por los codos de otra cosa o del mismo examen, siempre
hay alguno que le dice a todo el mundo que va a suspender (a veces es el empollón
de la clase, que luego siempre saca sobresaliente).
Pues bien, después de estar muchas horas sentado, o simplemente moviéndose
poco, nuestro cuerpo necesita también que satisfagamos su manía y que lo
despertemos antes de someterlo a esfuerzos intensos. Eso es calentar.
Con poco que lo pensemos, nos daremos cuenta por ejemplo de que nuestros
músculos están como acartonados y que si de golpe les exigimos que se estiren
bruscamente puede pasarles como a las gomas elásticas cuando llevan tiempo al
relente, que se rompen.
Tampoco para
nuestro corazón es bueno pasar bruscamente de las 60 o 70 pulsaciones que
tenemos en reposo a las 180 o incluso más que nos impone un sprint. El corazón
es un motor para toda la vida, conviene cuidarlo.
Y si lo que
hacemos es pasar a competir sin más, es posible que estemos tan ofuscados que
ni nos demos cuenta de que durante los primeros minutos no nos salen las virguerías
que nos salen siempre. Eso sucede porque nuestro sistema nervioso, amodorrado,
tarda un tiempo en despabilarse y empezar a enviar deprisa las órdenes que
dirigen nuestros músculos.
2.-
Para qué calentar.
Resumiendo que,
entre otras cosas, calentar sirve para lo siguiente:
1.-Previene
lesiones. Evitamos que los músculos se rompan o se desgarren, que son
lesiones que tardan incluso más en recuperarse que la rotura de un hueso,
porque el hueso es un órgano rígido, pero el músculo aparte de cicatrizar
tiene que recuperar su capacidad para estirarse y contraerse, es decir su
elasticidad.
*También
evitamos problemas en las articulaciones. Las articulaciones tienen una especie
de aceite, que se llama líquido sinovial, que evita las rozaduras y favorece el
movimiento. Cuando estamos mucho tiempo parados, el líquido se estanca, y sólo
al movernos, poco a poco, vuelve a repartirse por toda la articulación.
2.-Evita
el punto muerto. Aunque estemos muy en forma, durante los primeros minutos
de esfuerzo físico, el organismo tarda en adaptarse, en coger el equilibrio que
nos permite trabajar mucho tiempo sin cansarnos. El calentamiento nos permite
superar esa fase de crisis que sufren todas las personas, incluso las más
entrenadas (aunque para ellas sea muy breve).
3.-Prolonga
la forma física y probablemente la vida. Nuestro corazón puede pasar poco
a poco de las pulsaciones de reposo a las de máximo esfuerzo, superando un
escalón intermedio, que suele estar en las 120 pulsaciones. De este modo,
nuestra forma física durará más tiempo y casi seguro que nuestro corazón
también.
4.-Nos
hace rendir más, sobre todo en aquellos ejercicios que requieren una buena
coordinación, es decir en la mayoría de los deportes competitivos.
5.-Nos
hace estar más atentos. El calentamiento también ayuda a concentrarse en
la tarea, es como una cámara de descompresión en la que nos olvidamos de los
problemas que acabamos de vivir y nos centramos en lo que vamos a hacer.
6.-Nos
quita nervios. Como es una especie de rutina, algo que ya nuestro cuerpo se
conoce, nos ayuda a sentirnos más seguros, y por tanto menos nerviosos ante la
competición, el examen, o lo que venga después.
3.-
De qué partes se compone.
En esto del
calentamiento, hay tantas teorías como entrenadores. Por lo general se suele
empezar con una parte genérica, que sirve para poner el cuerpo a tono y
que puede utilizarse como preparación para cualquier deporte, clase o
ejercicio. Después es cuando vendría la parte específica, en la que ya
reproducimos los movimientos y los gestos propios del deporte que vayamos a
practicar, e incluso sacamos el balón o la raqueta o lo que sea y empezamos a
familiarizarnos con él.
La premisa general es que hay que ir en todo momento, poco a poco, de lo
lento a lo rápido, de lo suave a lo violento y de lo fácil a lo complicado.
4.-
Calentamiento genérico.
Como
ya hemos dicho es una parte del calentamiento que sirve para todo, lo mismo para
un partido de fútbol que para irse a correr, por eso se llama genérico. Si
después no vamos a hacer esfuerzos muy violentos puede bastar como
calentamiento. Vamos a ver su estructura, es decir las partes de que se compone.
Han de ser, por este orden:
1.- Unos estiramientos (en torno a diez).
Los
ejercicios de flexibilidad se hacen siempre en frío, que es cuando cuesta más
hacerlos. Por eso mismo son más efectivos y es más duradero su efecto.
Conviene que los acompañemos de ejercicios respiratorios. La espiración
favorece la expulsión de tensiones. Si conseguimos concentrarnos durante cada
ejercicio en el músculo que estamos estirando mientras expulsamos el aire
lentamente durante cuatro o cinco veces, no sólo estaremos trabajando los músculos,
también estaremos calmándonos.
2.-
Activación.
No
importa cómo se haga,
Si con una
carrera suave, un trote,
Haciendo
balanceos y rotaciones con los brazos,
Introduciendo
juegos suaves de carrera,
Con
un juego poco exigente,
Pedaleando
en una bicicleta estática,
O
dando unas brazadas en la piscina…
De
lo que se trata es de mantenerse en un ritmo de movimientos que nos sitúe en
120 pulsaciones (y no más) durante alrededor de 10-15 minutos.
El objetivo es establecer un escalón entre las pulsaciones de reposo y
las que tenemos en pleno esfuerzo para que el cuerpo se acostumbre a la nueva
exigencia.
3.-
Aceleración.
Antes
de pasar a una actividad más exigente conviene someter al organismo a una
prueba, realizando esfuerzos más intensos pero controlados y de poca duración
(máximo de 6") del tipo:
Cambios de dirección en la carrera,
Cambios de frecuencia,
de zancada
Saltos
Flexiones de brazos,
Algunos
abdominales…
5.-
Calentamiento aplicado o específico:
Antes
de iniciar la actividad principal del entrenamiento o en la competición
conviene entrar en contacto con el balón, con el material y con las técnicas
del deporte que vayamos a practicar.
Esta parte del
calentamiento también está sometida al principio de progresión: hay que ir
poco a poco, de más suave a más intenso (no conviene empezar, si hablamos de fútbol
por ejemplo, tirando a portería, sino tocando el balón sin que caiga, conduciéndolo
y pasándolo a un compañero cercano).
También es el
momento de hacer hincapié en alguna parte del cuerpo que hemos tenido lesionada
o bien que notamos que está sensible últimamente.
6.-
Intercalentamiento:
En
las pausas de la competición o del entrenamiento no conviene dejar que
descienda la temperatura de nuestro cuerpo ni tampoco las pulsaciones por debajo
de las 120 (lo que suele pasarles a deportistas entrenados que paran más de 10
minutos). Para ello hay que hacer estiramientos, pero también ejercicios suaves
de la misma naturaleza que los que realizamos durante el trote.
En cambio,
durante los periodos de fuerte calor debemos aprovechar el descanso para bajar
la temperatura corporal, ya que el organismo no rinde igual por encima de
determinadas temperaturas. Por eso mismo hay quien aconseja no hacer un
calentamiento largo cuando se va a realizar, por ejemplo, una carrera de fondo.
En todos los
casos hay que hidratarse, bebiendo como máximo el equivalente a un vaso de agua
cada 15 minutos. Si se ha sudado mucho se puede tomar una bebida isotónica que
puede elaborarse uno mismo con una botella de litro de agua, un zumo de limón,
una cucharadita de sal, dos de azúcar y tal vez un pellizco de bicarbonato
(aunque sobre esto último hay opiniones encontradas).
7.-
Descalentamiento:
Después
de una competición o de un calentamiento intenso no podemos pararnos de golpe.
Le haríamos al cuerpo el mismo daño que si empezáramos a jugar sin calentar.
Qué hemos de
hacer entonces:
-Normalizar
la respiración. Durante el ejercicio se habrá producido un desequilibrio:
la inspiración será más larga que la espiración. Poco a poco hay que
normalizarla, hasta que veamos que la espiración se alarga sin necesidad de
esforzarnos.
-No
dejar de golpe de movernos, aunque lo haremos a un ritmo más suave. Lo
ideal sería una bicicleta fija durante 10 minutos para que el organismo elimine
las impurezas propias del esfuerzo. Caminar suele ser suficiente. Sentarse nada
más acabar no es aconsejable.
-Soltar
los músculos utilizados, haciéndolos vibrar suavemente, si es posible
manteniéndolos en alto, para que la ley de la gravedad también ayude a
eliminar las impurezas.
-Una
ducha reconfortante es el mejor masaje de los que no tienen masajista.
-Estiramos
otra vez, cuando el organismo ya está frío, que como hemos visto es más
efectivo.
-También
podemos aplicar hielo durante unos minutos en las zonas doloridas o en
los golpes que hayamos sufrido.
Para
recuperarse plenamente, lo ideal es en las 24 hora siguientes rehidratarse
bebiendo agua aunque aparentemente no tengamos sed (3 o 4 vasos de agua, a razón
de uno cada cuarto de hora), alimentarse de forma equilibrada (fruta y verduras
son imprescindibles) y dormir bien (al menos ocho horas). Es tan importante este
proceso que hay quien lo llama el entrenamiento invisible.
8.-
En clase.
En
todas las clases calentaremos. Una vez que hayamos aprendido, seréis vosotros
los que calentéis de forma espontánea, nunca menos de 10 minutos, y los que
descalentéis cuando la intensidad del trabajo lo requiera y el tiempo lo
permita.
El profesor valorará que os pongáis sin que él lo sugiera, que sigáis el orden recomendado, que estiréis correctamente y concentrados en la tarea, que el trabajo sea fluido y variado, y que dure el tiempo preciso.
1.-
Qué es la resistencia.
La
resistencia, junto con la flexibilidad, la fuerza y la velocidad, es una de las
cualidades físicas que constituyen lo que llamamos estar en forma. Podemos
definir la resistencia como la capacidad de aguantar un esfuerzo el mayor tiempo
posible, o también como la capacidad de soportar la fatiga.
Junto con la flexibilidad es la que más influye en la vida cotidiana, aunque uno no sea deportista. Porque necesitamos tener algo de resistencia para subir escaleras, coger el autobús y en general para sentirnos a gusto y tener la mente despejada.
2.-
Para qué mejorarla.
Todos
los médicos están de acuerdo en que nuestro cuerpo está diseñado para
moverse y que en los últimos tiempos tendemos a llevar una vida sedentaria que
no le sienta nada bien. La única manera de evitar que esta falta de movimiento
termine afectando a nuestra salud es hacer ejercicio de vez en cuando.
Concretamente caminar una hora diaria y además, por lo menos tres días a la
semana, practicar algún ejercicio que nos haga sudar.
Los beneficios son inmediatos y afectan a nuestros principales órganos y
funciones:
En
el sistema circulatorio:
1.-El
corazón tiene menos posibilidades de sufrir un infarto, y también se
reducen las de sufrir un ataque cerebral.
2.-Prevenimos la hipertensión o la reducimos si ya la estamos
padeciendo.
3.-Previene la muerte súbita y las arritmias cardiacas.
En
cuanto a los músculos:
4.-Mejora nuestra capacidad de trabajo.
5.-Mejora
también nuestro aspecto, ya que tonifica los músculos y baja los
niveles de lípidos (grasas).
6.-Disminuye
las posibilidades de sufrir lesiones musculares y problemas de espalda.
Psicológicamente:
7.-Previene la ansiedad y ayuda a combatir las depresiones.
8.-Mejora la autoestima.
9.-Mejora el rendimiento intelectual, por en el estudio.
Desde
el punto de vista del metabolismo:
10.-Ayuda a controlar el peso.
11.-Previene la obesidad y algunos tipos de diabetes
insulinodependiente.
3.-Hay
varios tipos de resistencia.
Si
lo piensas bien, no hay un solo tipo de resistencia. Observa en el atletismo a
los atletas que corren los 100 metros lisos y acaban exhaustos. Pero también
llegan exhaustos los que corren los más de 42 kilómetros de la maratón. Es
evidente que no han hecho el mismo tipo de trabajo, y sin embargo los dos han
llevado su capacidad de resistencia hasta el límite.
De
esta observación se deduce que hay al menos dos tipos de resistencia:
a)
Una que permite realizar esfuerzos muy intensos y de gran rendimiento,
que duran poco tiempo (no mucho más allá de un minuto), y que dejan al atleta
jadeando (deuda de oxígeno) y con agujetas al día siguiente (si no está
entrenado). La llamaremos resistencia anaeróbica.
b)
Otra que permite hacer esfuerzos bastante duraderos (dos horas y pico un
maratoniano, a veces seis un ciclista), si uno no imprime demasiada velocidad a
su paso. Curiosamente no deja deuda de oxígeno ni agujetas. Sólo sudor. Pero
esto también lo produce la otra. Llamaremos a esta última resistencia aeróbica.
¿Cuál
de las dos está utilizando un futbolista, que durante 90 minutos realiza muchos
esfuerzos aparentemente más parecidos al primer tipo, pero que sumados se
parecen más al segundo? Es buena pregunta, verdad. Intentaré responderte: los
esfuerzos del futbolista es raro que pasen de los 6 segundos de duración,
mientras que la carrera del velocista llegó a ser de 9 y pico en el mejor de
los casos.
Esos tres segundos de diferencia son cruciales, porque el ser humano es
capaz de realizar esfuerzos muy intensos y de recuperarse en poco tiempo (si está
entrenado), a condición de que esos esfuerzos no pasen de 6 segundos. Al durar
más ya necesita más recuperación, como el atleta de 100 metros. Y cuanto más
dure el esfuerzo intenso, más recuperación necesitará.
Hasta el punto
de que nadie puede mantener este tipo de esfuerzo anaeróbico sin descansar
mucho más allá de un minuto. El ejemplo del futbolista nos muestra que existe
al menos otro tipo de resistencia (que sólo dura 6 segundos) a la que podemos
llamar velocidad, que permite trabajos intensísimos y que no deja más
residuos que la necesidad de volver a recuperarse en un minuto.
También nos
demuestra que los tipos de resistencia rara vez aparecen aislados, como en el
caso del atleta de 100 metros y del maratoniano, sino que suelen mezclarse en
todos los deportes, aunque de tal manera que siempre predomina uno u otro. Puede
haber más resistencia aeróbica que anaeróbica, o más velocidad que anaeróbica...
En fin, todas las mezclas que se te ocurran.
La pregunta siguiente sería cuál de esos tipos de resistencia está más
relacionada con nuestra salud. Es evidente que en nuestra vida cotidiana es raro
que necesitemos hacer muchos esfuerzos intensos seguidos. Nos hará más falta
llevar una marcheta que nos permita ir solucionando tareas manteniendo la mente
clara y la respiración controlada. O sea, que nos interesa más mejorar lo que
hemos llamado resistencia aeróbica, y en todo caso algo de la anaeróbica,
dejando la velocidad para los deportistas que quieran ganarse la vida con ella.
4.-
Cómo mejorar la resistencia aeróbica.
Seguro
que alguna vez has quedado a correr en el parque con amigos y que habéis
empezado con mucha ilusión, pero habéis durado poco porque os cansabais. Y os
habéis sentido frustrados, incluso con agujetas al día siguiente, los que os
ha terminado de convencer para que no volváis a intentarlo en una buena
temporada. A lo mejor no te ha ocurrido a ti, pero seguro que conoces a gente a
la que le ha ocurrido.
¿Cuál es el problema? si la intención era buenísima, y el chándal y
todo el equipo, y hasta el madrugón voluntarioso…
1.- El problema es que no habéis corrido a la intensidad adecuada.
Sobre
todo si llevas tiempo sin hacerlo, si no estás entrenado, tienes que correr a
un ritmo muy suave. La mejor manera de comprobar que lo estás haciendo bien es
tomarte las pulsaciones. Tómatelas en 6 segundos y así sabrás las que tienes
en un minuto con solo multiplicar por 10.
Si a 220 le
restas tu edad, obtendrás las pulsaciones máximas a las que debe trabajar tu
organismo. Por ejemplo, si tuvieras 20 años, tus pulsaciones máximas serían
200. Pero ello equivaldría a un esfuerzo intenso y a nosotros nos interesa
trabajar con una intensidad suave, aeróbica. Ello significa movernos entre el
60 y el 80 por ciento de tus pulsaciones máximas. Al principio, mejor más
cerca del 60%. En el caso del ejemplo, sobre 120 pulsaciones por minuto.
Entre 120 y
140, notarás que puedes trabajar y que aguantas un mínimo de diez minutos, lo
que es ya un trabajo significativo.
Pero claro,
entrenarse significa acostumbrar al organismo. Y eso no se consigue con correr
diez minutos un día.
2.-Hace falta tener continuidad.
Los
expertos han llegado a la conclusión de que hay que ejercitarse al menos tres
veces por semana para ir acostumbrando al organismo a que aguante un poco más
cada vez. Hay que ir poco a poco, pero entre correr y andar los primeros días,
siempre a la intensidad adecuada, tenemos que trabajar al menos 20 minutos cada
vez. A medida que nos vayamos acostumbrando podemos ir aumentando el tiempo
hasta llegar a 40 minutos. No es necesario más, a menos que uno quiera
prepararse para correr carreras de fondo.
Para no aburrirnos, y para evitar que el cuerpo se acostumbre tanto al
esfuerzo que deje de mejorar, hay que ir aumentando la intensidad.
3.-Es lo que en
términos deportivos se llama aumentar la carga.
Como
ya has visto, conviene empezar por ir aumentando poco a poco el tiempo que
permanecemos trabajando. La fórmula ideal es repetir un día lo que hicimos en
el anterior y añadir un par de minutos en la sesión siguiente. Luego seguir
con esta fórmula: "repetimos un día, aumentamos dos minutos al
siguiente". Este tipo de carrera suave se llama CARRERA CONTINUA.
Cuando ya aguantemos bien ese tope de 40 minutos, o cuando ya no
dispongamos de más minutos para seguir trabajando, tenemos que pensar en
aumentar la carga de otra manera, porque hemos llegado al tope del tiempo.
Entonces podemos pensar en aumentar la intensidad. ¿Cómo?
Introduciendo breves fases de cambio de ritmo, o de cambio de zancada, o de
cambio de dirección. Al principio muy breves, intercaladas entre la carrera
suave. A medida que comprobemos que nuestro cuerpo las tolera, podemos
aumentarlas poco a poco, pero siempre sabiendo que no podemos estar mucho tiempo
por encima del 80% de las pulsaciones máximas, que hay que terminar con ganas
de correr, no agotados. A este tipo de carrera con cambios se le llama FARTLEK.
Pero hasta ahora sólo hemos hablado de carrera, sólo han trabajado las
piernas. ¿Qué pasa con el resto de nuestro cuerpo? ¿Y la barriga? ¿Y los
brazos?
4.-Si el ejercicio que realizamos es correr, hay que complementarlo con
otros ejercicios para que todo nuestro cuerpo trabaje y se cumpla una cuarta
regla que los expertos llaman multilateralidad.
Hay
que aprovechar la forma para fortalecer el tronco y las extremidades superiores,
especialmente los abdominales y los tríceps braquiales. Un buen sistema es un
CIRCUITO. Se trata de un conjunto de ejercicios, por lo general entre 8 y 12,
que se van realizando sucesivamente, como si fueran estaciones. Conviene tener
en cuenta algunas cosas:
a)
No debe haber dos ejercicios seguidos que afecten a la misma parte del
cuerpo. Hay que alternar brazos, tronco y piernas.
b)
Se pueden hacer por tiempo (por ejemplo 30" por estación) o por
repeticiones. Sobre todo al principio conviene saber cuántas repeticiones eres
capaz de hacer de cada ejercicio y anotarlas. Así podrás saber cómo mejoras y
eso te animará.
c)
Entre ejercicio y ejercicio se puede ir corriendo, andando o no
descansar. Una buena idea es ir introduciendo los ejercicios en medio de la
carrera continua. Por ejemplo, hacerlos cada vez que uno pasa por determinado
sitio del parque. Este sistema se llama ENTRENAMIENTO TOTAL.
5.-
Otras cosas que conviene tener en cuenta.
Hacer
ejercicio, en cuanto te acostumbras, engancha. Pero cuesta trabajo ponerse. Y
los más difíciles no son los primeros días, cuando la ilusión está viva. A
partir del tercero da mucha pereza. Es necesario que lo sepas y que lo
tengas en cuenta. La única manera de superar esa crisis que siempre aparece es:
a)
disciplinarte,
b)
programarte muy bien los días y las horas de salida,
c)
reservar tiempo suficiente, para no estresarte y
d)
si es posible no salir solo/a. La pareja o los amigos acompañan que no
veas.
Otro
factor a tener en cuenta es ir bien equipado. Lo más importante son las
zapatillas. Para correr veinte minutos varios días a la semana es aconsejable
calzar unas zapatillas de carrera de fondo, que amortigüen el golpeteo
de la pisada.
Por
supuesto es imprescindible calentar bien antes de salir. Lo mejor son unos estiramientos
(ver unidad didáctica de flexibilidad). También conviene estirar después de
hacer ejercicio. Cuando mejor efecto hace es después de la ducha.
Y
hay que alimentarse adecuadamente. Aumentar el consumo imprescindible de
verduras y fruta fresca. Y también reponer el agua perdida. Es curioso,
el cuerpo humano sólo es capaz de asimilar un vaso de agua cada cuarto de hora,
pero hay que beber incluso antes de que aparezca la sensación de sed. Sobre
todo en verano.
Ten en cuenta
que cuando sudamos, no sólo perdemos agua. El sudor sabe salado porque
disueltos en él nuestro cuerpo libera electrolitos (sodio, potasio,
magnesio…) que también hay que reponer. En realidad es muy poquito, pero un
poquito muy importante. Hay bebidas isotónicas en el mercado que aportan
electrolitos de sobra, pero tú puedes fabricarte una muy sencilla mezclando en
un litro de agua zumo de limón, un pellizco de sal y un par de cucharadas de azúcar.
Es importante
reponer bien el agua y los electrolitos ya que parece que su carencia es la
causa, entre otras cosas, de los molestos calambres. Me refiero a esa contracción
involuntaria y dolorosa de algunos músculos, casi siempre los gemelos.
También
parece que beber un solo trago de agua puede ser la solución para otro problema
habitual en los principiantes, el flato. Ya sabes, ese dolor en el
costado que a veces es tan fuerte que te tienes que parar. Concéntrate en tomar
el aire por la nariz a ver si se te pasa, y si no, párate en una fuente y bebe
un buche de agua.
6.-
Instrucciones para rellenar la Hoja de Seguimiento.
Anota
en ella sólo las sesiones que hagas que tengan que ver con la resistencia. No
vale por ejemplo una partida de ajedrez, ni un ejercicio que dure menos de diez
minutos, en el que no sudes, en el que tu corazón no alcance el umbral
significativo (ya sabes, al menos un 60% de tus pulsaciones máximas, y nunca más
del 80%).
A continuación te enumero algunas siglas que puedes utilizar. Añade
siempre, después de las siglas de resistencia, el tiempo que hayas
trabajado, en minutos.
AEROBIC |
AE |
FÚTBOL-SALA |
FBS |
ANDAR |
AND |
HOCKEY |
HCK |
ATLETISMO |
ATL |
JIU-JITSU |
JJ |
BAILAR |
BAI |
JUDO |
JD |
BADMINTON |
BD |
KÁRATE |
KT |
BALLET |
BLL |
KING-BOX |
KB |
BALONCESTO |
BC |
NATACIÓN |
NT |
CARRERA
CONTINUA |
CC |
ORIENTACIÓN |
ORI |
CIRCUITO |
CIR |
PATINAR |
PAT |
CICLISMO |
CIC |
RUGBY |
RGB |
ENTREN.TOTAL |
ET |
SENDERISMO |
SND |
ESCALADA |
ESC |
TAIKWONDO |
TKW |
FARTLEK |
FK |
TENIS |
TN |
FRONTENIS |
FTS |
TRIATLÓN |
TRI |
FRONTÓN |
FTN |
VOLEIBOL |
VB |
FÚTBOL |
FB |
|
|
7.-
Test de Cooper
La valoración práctica de la resistencia la haremos con el llamado test de Cooper. Consiste en correr durante 12 minutos y medir la distancia que hemos recorrido en ese tiempo.
Me interesa sobre todo comprobar que somos capaces de correr sin tenernos que parar, demostrando que estamos acostumbrados a llevar un ritmo y que conocemos nuestras propias limitaciones. De modo que no se trata tanto de hacer muy buena marca, como de aguantar los 12 minutos.
Si uno tiene que detenerse porque ha querido ir más deprisa de lo que puede, tendrá que repetirlo. En caso contrario, si no se detiene, sea cual sea la distancia que recorra, tiene un 5 de nota.
Para obtener más nota es preciso, claro recorrer una distancia
razonable. Tenemos un circuito de aproximadamente 330 metros en el parque de
Abelardo Sánchez.
Para los
chicos, un 5 son cuatro vueltas y media, un 6 son cinco y media, y así
sucesivamente, hasta ocho vueltas que es un 9, y nueve vueltas que es un 10.
Para las chicas vale lo mismo, pero rebajando una vuelta en cada nota. Es
decir que un 5 son tres vueltas y media, un 6 son cuatro vueltas y media... Un 9
son siete vueltas, y un 10 ocho vueltas.
Si tenemos una marca anterior, podemos comparar el test que hagamos con
ella. Entonces aplicamos también el baremo de mejora. Cada cuarto de vuelta que
mejoremos con respecto a la anterior marca vale 1 punto, partiendo siempre desde
5, que es la nota que le correspondería al que haga exactamente lo mismo que
hizo la vez anterior.
De los dos baremos (cuando pueda aplicar ambos porque hayamos hecho un
Cooper anterior), dejaré la nota más alta, desechando la otra. O sea, que si
la marca que hemos hecho vale un 3 y la mejora un 10, me quedo con el 10.
Siempre, claro, que la mejora sea razonable.
Y la única forma de que la mejora sea razonable es que la Hoja de
Seguimiento exprese un trabajo a lo largo de la evaluación. No acepto una
mejora si la Hoja de Seguimiento no indica un trabajo semanal que justifique esa
mejora.
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